Sobre el sentir y la literatura

25.05.2022

Franz Kafka escribió su libro La condena de un tirón durante la noche del 22 al 23 de septiembre de 1912. "Solo así se puede escribir", anotó el escritor. De muy pocas páginas se sintió igual de satisfecho que con las de esta obra (Uriarte, Diarios). Si en algo se caracteriza Kafka es, precisamente, por su entrega absoluta a la literatura. Y es que se me hace muy difícil imaginar un ejemplo más claro de lo que significa escribir. Si se fuerza lo más mínimo, la literatura, la lectura y escritura son otra cosa. Nacen del corazón, del sentido, del sentir, y solo así se desarrollan y vuelan.

Siento que deseo que se comparta la literatura mediante lo que nos ha hecho sentir un libro. No me preocupan la estructura, los personajes, la trama, porque eso también puedo verlo yo. Pero tú has sentido una cosa al leerlo y yo he sentido otra. Compartamos eso. No me gusta la palabra "buscar", pero tengo mis anhelos. Y entre ellos, está el sentir. Lo que nos hace humanos no es tener memoria, sino recordar, y mis recuerdos más intensos con la literatura han sido a través de aquellos libros que más emociones y sentimientos han conseguido dentro de mí. Recuerdo Tokio Blues y siento aquel tiempo, con lluvia, con lluvia de barro, con guerra, con una profunda melancolía y una inmesa tristeza. Recuerdo a Kundera y recuerdo romantizar al detalle mi cotidianidad. Recuerdo a Nietzsche y a Zambrano, que cada dos minutos me levantaban de la silla al no poder creer lo que estaba leyendo. Recuerdo a Chopin, que suena aún dentro de mí cuando recuerdo y recuerdo aquellas noches de lectura. Recuerdo aquel verano de García Márquez, lo triste que estaba y lo feliz que fui al leer esa escritura, ese amor, ese realismo mágico. Recuerdo a una yo más novata, más inocente, leyendo a Orwell, leyendo a Huxley, leyendo a Bradbury, y recuerdo todas y cada una de las madrugadas en las que miraba al techo, con las palabras entre mis manos y todas las nuevas preguntas que me estaba haciendo a mí misma, que le hacía al mundo. Recuerdo a Dazai y su abrumadora honestidad, mis ganas de llorar en el autobús leyendo cómo aquel joven lloraba y lloraba y no paraba de llorar.

Es que no se trata de preguntarse si la literatura tiene alguna utilidad. Se trata de preguntarnos por qué estamos aquí, qué define y caracteriza a la incomprensible condición humana. Y los libros me han enseñado que es la sensibilidad, aterradora algunas veces e increíblemente inefable otras, lo que nos hace realmente, como diría Nietzsche, permanecer fieles a la tierra. Y por eso leo: porque no ha habido nada que me haya hecho sentir tan humana como los libros. Escribe Cioran que "ser es estar atrapado". Borges, por su parte, escribe que, al menos, "los libros no saben que uno existe". Con los libros no tienes que forzarte a ser nada; es, junto a la soledad, la mayor muestra de libertad a la que podemos aspirar.

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